miércoles, 3 de febrero de 2016

CHIN CHIN EL QUE “TORIÉ” GRANDE por Jaime Oaxaca


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Jaime Oaxaca
February 3 at 9:40am


CHIN CHIN EL QUE “TORIÉ” GRANDE

Pareciera que existe un acuerdo tácito entre las figuras del toreo nacionales y extranjeras en el que está prohibido lidiar en la plaza México toros con trapío y la edad reglamentaria. Como el embudo capitalino está en la capital, es evidente que el convenio, no escrito, salpica para todas las demás plazas del país. Quizá sólo se salva el coso de la ciudad de Guadalajara.

La corrida 16 del serial en La México causó una enorme expectación. Al público que llenó la plaza le dieron gato por liebre. Por absurdo que parezca en la fiesta de los toros, el toro dejó de importar. La prueba es que la gente compró los boletos sin ver una sola foto de lo que se iba a lidiar. Por si fuera poco, ya se anuncia el cartel del próximo viernes para la corrida de aniversario número 70 de la gran plaza, ¡no se menciona la ganadería!

Total, que el mano a Mano entre un madrileño y un hidrocálido no resultó lo que se esperaba, porque el ganado que se lidió no cumplió con las características propias del espectáculo.

El único responsable legal es el juez: la máxima autoridad en la plaza.

Sin embargo, los simulacros en que están convertidas las corridas, son parte de un engranaje que nadie quiere romper, el que no le entra simplemente no torea en eso que llaman carteles importantes. Los toreros, sus apoderados, empresarios y ganaderos son cómplices de las marrullerías, sin olvidar a las autoridades de plaza, los medios de comunicación quienes solapan y el propio público que acepta sumisamente.

En el caso de la corrida del pasado domingo, desde que se anunció Fernando de la Mora, se sabía la clase de animales que iban a echar: gorditos y jovencitos, por eso lo eligieron ambos toreros. El que cerró plaza, de Los Encinos, era un toro con toda la barba, ¿por qué demonios no se eligieron los seis toros con esa presencia?

Sencillamente porque no pueden salirse del estándar, así es el sistema; así lo dice el pacto mencionado en el primer párrafo del texto, mismo que en la voz del pueblo cambia a ¡chin chin el que “torié” grande!

Le han cargado la mano a José Tomás como el único culpable del trapío de los toros del domingo. El español y Joselito Adame son igualmente culpables por elegir “fernanditos”. Evidentemente José Tomás tiene el sartén por el mango, pero fue decisión de ambos diestros. Si Adame no puede opinar, su caso es grave.

Después del cuarto toro, la gente ya estaba impaciente por un triunfo tangible. ¡Quieren goles!, traducido al lenguaje taurino ¡quieren orejas!

No les importaba si Tomás se la había jugado con el primero, ni las tandas largas con el tercero. Tampoco que Adame toreara bien con el capote y algunos buenos muletazos al segundo y al bravo de Los Encinos lidiado en cuarto lugar, éste dio embestidas emotivas; inclusive, hubo gritos de ¡toro, toro!

José Tomás había cortado una oreja al abrepalaza, entregada por el juez más que por petición, por miedo a que el empresario lo destituyera. La oreja fue protestada y José Tomás se concretó a salir al tercio.

Si los diestros no hubieran fallado con la espada en los otros tres, se habrían soltado orejas; estoy seguro que el comportamiento del público hubiera sido diferente, no hubieran protestado el quinto, pero…

Salió el quinto, el animalito muy en tipo de la dehesa de Fernando de la Mora y lo que se lidia regularmente en La México; inclusive, era más grande que el segundo y el tercero, sólo que en ese entonces la gente aún no estaba desesperada.

El de Fernando de la Mora fue cambiado. Lo que siguió fue una burla, un substituido de Xajay más chico que el devuelto. Hubo protestas sin la fuerza suficiente para armar una bronca de órdago, que asustara a los toreros y al empresario. Todo siguió su curso, a José Tomás no le iban a agradecer nada y a los primeras de cambio se tiró a matar, como pinchó le fue peor, la bronca en su apogeo.

El ambiente estaba pesado. La banda de música interpretó Pelea de Gallos, como para poner ambiente y bajar el coraje del respetable. La presión para Joselito estaba a tope. O triunfaba o la corrida terminaría en desastre. Sin réplica el trapío del cierraplaza. El de Aguas lo toreó con entrega absoluta, más con el corazón que con técnica, el toro pedía distancia, algunos gritos de ¡toro, toro! Joselito prefirió darse un arrimón, siguió la estocada recibiendo y las dos orejas, algunas protestas de los aficionados tapadas con la ovación del público. Terminó con la consecuente salida a hombros.

La gente que llenó la plaza, que pagó caro en la voraz reventa, merecía toros, precisamente, con presencia de toros, actualmente es imposible, predomina el pacto: chin chin el que “torié” grande.

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