lunes, 29 de octubre de 2012

COMUNICADO DE PRENSA A LA AFICIÓN TAURINA DE LIMA



 COMUNICADO DE PRENSA



Ante la lamentablemente baja del cartel para la próxima Feria del Señor de los Milagros 2012 del diestro Jiménez Fortes por razones que explica en los medios de comunicación como el portal MundoToro:
(http://www.mundotoro.com/noticia/jimenez-fortes-no-toreara-en-america/96618).

Conversamos con el apoderado del diestro Iván Fandiño, nos referimos a Néstor García para que sea el torero de Orduña quien entre ocupar el puesto dejado por Jiménez Fortes, en tal sentido se llegó a un buen entendimiento donde primo fundamentalmente un sentimiento de amistad con los empresarios y el gran cariño que Fandiño le tiene a la afición de Acho, con lo cual sería el único torero que actuaria en dos tardes en esta temporada limeña.

Creemos que nuestro compromiso con los abonados y la afición en general es grande para no defraudar sus expectativas en la confección de los carteles, por ello este esfuerzo económico que revitaliza nuestra Feria del Señor de los Milagros es una apuesta fuerte de la cual estamos convencidos que la afición lo merece.

El diestro Iván Fandiño, al igual que Julián López “El Juli” son los que más orejas han cortado en plazas de primera en la reciente temporada española, por ello hemos juntando en un cartel el duelo que fuera sensación en la pasada Feria de Julio de Valencia como Iván Fandiño y Javier Castaño. En la revista “Aplausos” de fecha 23 de julio 2102 Iván Fandiño decía sobre Javier Castaño…”Cuando echas dos gallos de pelea a un círculo, uno siempre intenta quedar por encima”, mientras que Javier Castaño decía en replica sobre Iván Fandiño: “Me ilusiona competir con Iván que no va a dejarse ganar la pelea. Eso es lo bonito del toreo”.




Esta competencia que revitaliza la fiesta es necesario para nuestra temporada limeña por ello hemos decidido afrontar este esfuerzo en beneficio de nuestros aficionados.

Si a esto sumamos la actuación del torero peruano Fernando Roca Rey en su mejor año como matador de toros ratificado como el triunfador de casi las ferias en provincias y convertido sin lugar a dudas en nuestra primera figura del toreo, quien con su raza y pundonor no escatimara esfuerzo alguno por no dejarse ganar la pelea, tendremos un cartel que de seguro la afición sabrá aquilatar.



Agradecemos la difusión de la presente en sus respectivos medios.

Atentamente.


Freddy Villafuerte Falcon
Gerente Consorcio Taurino de Lima
(Plaza de Acho)
Cel. 999976985  RPM *663066
Nextel. 407*4398
fvillafuerte@plazaacho.com

domingo, 21 de octubre de 2012

César Hildebrandt arremetió contra de la Fiesta Taurina y la Iglesia.




El hombre de prensa, fiel a su estilo, arremetió contra de la Fiesta Taurina y la Iglesia.

César Hildebrandt en su columna Matices;

“El capellán de Acho dará misa recordándonos que iglesia y sangre son una sola entidad y que para eso está también el Señor de los Milagros: para proteger a los palurdos vestidos de culo vistoso y chalequito”, señaló.




Para el periodista, (César Hildebrandt)  el triunfo de Hugo Chávez es “una buena noticia para Latinoamérica”.





sábado, 20 de octubre de 2012

“El León de Caracas”

LEONARDO BENÍTEZ ALTERNATIVA MANOLO MUÑOZ


Leonardo Benítez “El León de Caracas” (20 Años)

Veinte años de su Alternativa como matador de toros cumple hoy, el Maestro Leonardo Benitez, caraqueño venezolano apodado “El León de Caracas” figura del toreo en Venezuela, de exitosas actuaciones en plazas taurinas de España, Portugal, Francia, Ecuador, México.

Leonardo Benítez tomó la alternativa el 18 de octubre de 1992 en la Plaza Monumental Lorenzo Garza, de Monterrey siendo su padrino el maestro Eloy Cavazos y Miguel Espinosa ”Armillita Chico” como testigo, ante un encierro de Pepe Garfias, con el toro del doctorado “Cominito”, consiguiendo en su debut una importante oreja, confirma su alternativa en la Plaza México el 28 de diciembre de 1994 y confirma en Las Ventas de Madrid el 9 de mayo de 1999.



Leonardo Benítez y Sebastián Castella por burladero_es

jueves, 18 de octubre de 2012

Castilla-La Mancha Televisión Chinchón (Madrid)

Castilla-La Mancha Televisión se desplaza hasta Chinchón (Madrid)


Esta Sábado 20, En directo, a partir de las 17:00.
El festival más antiguo del país, en la que seis toreros, Fermín Bohórquez,
Eduardo Gallo,
El Cid,
Iván Fandiño,
Daniel Luque y
Diego de Llanos
Se medirán cara a cara con seis astados
de la ganadería de Daniel Ruiz.

lunes, 15 de octubre de 2012

"Premio Paquiro" para José Tomás





Por; Discúlpeme, a mi si me gustan los toros
José Tomás gana el Premio Paquiro 2012


El jurado ha decidido conceder el galardón al monstruo de Galapagar gracias a la extraordinaria tarde del 16 de septiembre en Nimes, en la que se encerró con seis toros, cortando un total de 11 orejas, un rabo e indultando la vida del toro 'Ingrato' de Parladé.

Francia, que incluye la Tauromaquia en la lista del Patrimonio Cultural inmaterial, avaló a través de su Consejo Constitucional la celebración de las corridas de toros pocos días después de tan excepcional acontecimiento. De hecho, el consejo recibió uno de los votos del jurado para llevarse el Premio Paquiro. Los 20 restantes fueron para José Tomás.

Es la cuarta vez que José Tomás se lleva el galardón, el de mayor dotación del toreo con 50.000 euros, patrocinado por Telefónica. Su reaparición en 2007, sus siete orejas en dos tardes en su regreso a Madrid en 2008 y su 'regreso a la vida' en Valencia en 2011 tras la gravísima cogida en Aguascalientes, fueron reconocidas por el jurado, que también ha premiado en otras ediciones a Sebastián Castella, Morante de la Puebla y Mario Vargas Llosa y Pere Gimferrer (ex aequo).

sábado, 13 de octubre de 2012

Milagros en Torralba de Calatrava



15 Septiembre 2012, Coso Tomás Santacrúz de Torralba de Calatrava, los espadas por la puerta grande, con una estraordinaria novillada de Andrés Prado y Marisol Dominguez.

Milagros Sanches "Milagros del Peru"
En su segundo, el del triunfo de las dos orejas, veronicas como el el primero, y si ha estado mas decidida, pero muy al hilo del pitón, toreando por redondos, pero sin manchar el vestido de torear, y por que saliera en hombros la terna dos peludas para la señorita.

Torralba de Calatrava (Ciudad Real), se han corrido astados de Andres Prado Cardenas y de Marisol Dominguez, de escelente presentación bravos y codiciosos.


Miguel Hernandez Miguelin, de rosa y oro, Palmas y dos orejas.

Milagros del Perú, de rosa y oro, palmas y dos orejas.

Antonio Linares de blanco y azabache, dos orejas y oreja.

miércoles, 10 de octubre de 2012

Padilla sale a hombros en Zaragoza

Juan José Padilla a portagayola

 Juan José Padilla, Estoy deseando reencontrarme con la afición de Zaragoza, pisar el ruedo y sentir esa emoción que estoy seguro sentiremos todos. Va a ser un día muy especial"

Zaragoza, miércoles 10 de octubre de 2012.
Un lleno de plaza
Toros de Daniel Ruiz, justo de presentación y de juego desigual; Garcigrande, bien presentado, lidiado como sobrero en quinto lugar.
JUAN JOSÉ PADILLA: Oreja y oreja con fuerte petición de la segunda.
EL JULI: Silencio y oreja con fuerte petición de la segunda.
ALEJANDRO TALAVANTE: Silencio en ambos.

Al término del paseíllo Juan José Padilla fue obligado por el público a saludar.

martes, 9 de octubre de 2012

Recuerdo de Angelillo




¡Angelillo, enséñame a torear!

Pocas otras cosas transmiten la imagen de poder y fiereza que un toro de lidia recién salido del toril pidiendo guerra: una tromba de quinientos kilos, bufadora, dando vueltas por el redondel y con dos cuchillos enhiestos ávidos de clavarse en lo que sea.


Mi primer recuerdo de Angelillo (Angel Solimani Sardi) es haberlo visto enfrentándose a una de estas fieras en la plaza de Acho, en la época en que los peones de brega daban los lances de tanteo –es decir, tenían el primer contacto con el toro recién salido- mientras el matador observaba las trayectorias y los resabios del animal desde el burladero antes de disponerse él mismo a lidiarlo. Ni recuerdo quién era el matador en esa ocasión, pues yo tenía siete u ocho años, pero una escena sobrecogedora vive intacta en memoria hasta hoy: Angelillo dirigiéndose al toro que acometía con todo su poder, y tropezando en su misma cara –un terrible ¡ay! en los tendidos-, y la improvisación del quite que se hizo a sí mismo, echando el capote al aire por encima de la cabeza mientras caía al suelo y desviando los cuernos un palmo por encima de su montera. La plaza entera lo ovacionó de pie y el matador le indicó que se destocase para saludar, pues los subalternos no pueden quitarse la montera sin el permiso de su superior jerárquico: en las corridas de toros las formas y la jerarquía, así como la puntualidad, se respetan más que en cualquier otra actividad. ¿Será acaso que una rígida estructuración de las acciones en esos coliseos protege, como un espejismo de ritual controlado, a quienes se enfrentan a la muerte en la arena?

Un par de años después de esa proeza de habilidad, reflejos y sangre fría, fue que le pedí a Angelillo que me enseñara a torear. Fue en Huampaní, que estuvo de moda allá por los años cincuenta y donde muchas familias limeñas alquilaban por unos días los chalets que allí ofrecían para gozar del limpio sol de Chaclacayo, especialmente durante los húmedos inviernos de la capital. Era un edén para los niños: la novedad de poder elegir a la carta (austero menú) las tres comidas en el inmenso comedor del complejo, trocándolas de momento por el omnipresente arroz con los guisos de la entrañable cocina casera; tener el día entero para holgar por los enormes vericuetos arbolados, eso sí que reportándonos con frecuencia ante la vigilancia paterna; y jugando hasta cansarnos con las máquinas de fulbito y otras atracciones en el salón; y, sobre todo, los ilimitados chapuzones en la piscina a la intemperie, entre los montes y el bosque frondoso con el aire más puro que los pulmones pudieran admitir. Huampaní era el regalo más codiciado para los niños de mi generación durante las vacaciones de julio y, por tanto, durante la época de las Fiestas Patrias el centro estaba repleto. Las reservaciones tenían que hacerse con semanas o meses de anticipación.

Así, contando no más de nueve o diez años de alborotado habitante terrícola, una de esas mañanas de apiñada congregación en el comedor de Huampaní distinguí, en una mesa contigua, una cara conocida –trigueña clara, rasgos finos, pelo ondulado- que ya la había visto antes asentada sobre un cuerpo envuelto en un traje de luces, en varias temporadas en la plaza de Acho (mi padre me llevó a los toros desde que tuve uso de razón, y por esa época yo soñaba con ser torero): ¡el mismo banderillero del famoso auto-quite, Angelillo! Estaba acompañado de una señora muy blanca y de facciones hermosas, que mostraba una sonrisa buena. Cuando uno tiene 10 años, cualquier mujer –cualquier persona- de veinte o mayor califica para el asilo. Por eso, en mi recuerdo, Gladys –que así se llamaba la flamante esposa de Angelillo- era una “señora grande” de unos veinte a veinticinco años de edad. Previa autorización paterna, mi hermano y yo nos acercamos a la mesa de estos egregios comensales –después nos enteraríamos de que eran lunamieleros– para saludarlos (“¡Hola, tú eres Angelillo”!), y ellos nos recibieron con mucha simpatía y hasta cariño –quizá porque un subalterno de la lidia no estaba tan acostumbrado, como los matadores de éxito lo estaban, a que se les reconociera en el restaurante de una villa vacacional, a muchos kilómetros de la plaza- y así, por una genuina bonhomía o por la gratitud de un ego ensalzado, Angelillo firmó la sentencia de su tortura. No creo que ningún otro recién casado, desde que se inventó la luna de miel, haya estado sometido a un acoso tan inclemente como el que dos niños fanáticos de los toros –y muy impertinentes- le prodigaron al ciudadano Angel Solimano, cuyo remoquete taurino fue “Angelillo”, y a su bonita novia.

Un par de días antes, mi hermano y yo habíamos descubierto que en un paraje de los alrededores pastaba una vaca vieja, llena de mataduras y con la cornamenta recortada, atada a un árbol. Nuestra imaginación infantil habría visto, en vez de unos molinos de viento, a un terrible miura listo a despanzurrarnos. Por eso, jamás nos acercamos al animal a más de unos cinco o seis metros, claro que amparados en los cubrecamas del dormitorio que, a guisa de capotes, los habíamos sacado subrepticiamente del chalet. Citábamos a la vaca a la verónica, con el trapo por delante, imitando con nuestros cuerpos el garbo de los matadores, y por supuesto que, como si la cosa no fuese con ella, la vaca seguía agenciándose su sustento de la broza del terreno. Pero por nada del mundo nos atrevíamos a acercarnos, pues muchas veces habíamos vistos volar a los diestros como unos peleles cuando eran cogidos, y no queríamos exponernos a ello sin el beneficio de un quite y de una enfermería al canto.

Entonces, lo lógico era que quien se acercase a la fiera fuese alguien del oficio, un profesional que estuviese a la mano. ¡Y qué a la mano!

Por lo menos durante toda una semana y casi a todas horas del día, mi hermano y yo íbamos en taurómaca romería hasta el chalet de Angel y Gladys, algo más alejado que el resto, como correspondía a la privacidad de los recién casados. Por razones intuidas -en nuestra ya algo disipada mente infantil-, los novios pasaban la mayor parte del tiempo dentro que fuera; entonces, en cualquier momento del día –la noche entera sí los guarecía del asedio- dos mocosos palomillas se llegaban hasta la puerta del torero y su mujer a gritar en coro: “¡Angelillo, enséñame a torear”!

Y, dando muestras de una paciencia más que jobiana, al cabo de unos momentos siempre aparecía Angelillo, algunas veces despeinado y con el estigma de la modorra en el rostro, pero de buen talante y sonriente. Entonces nos íbamos a torear a la vaca. Torear a la vaca era acercarnos hasta tocarle los cuernos -la proeza que nos enseñó Angelillo- sin necesidad de una manta. ¡Era tan bravo nuestro torero que ni necesitaba un engaño para dominar al bovino! Jamás le advertimos temor en los ojos cada vez que se acercaba a la bestia corrupia de nuestra imaginación, y ese valor sobrehumano nos alentó a mi hermano y a mí para acercarnos y sentir que los tendidos de fantasía -que eran los árboles de ese paraje- se estremecían ante dos niños valientes que desplantaban a la bestia ya domada.

Sólo una vez sentimos algo parecido al remordimiento en una de nuestras convocaciones al maestro: una tarde adormecida, a la hora de la siesta, encontramos a la pareja en un sillón del breve patio delante del chalet. Gladys, que estaba sentada sobre el regazo de Angelillo, tenía las piernas expuestas, y él dejó de acariciarlas apenas nos divisó. Ella se levantó y corrió adentro, mientras él, sin gesto agrio, nos llevó a torear a la vaca, y en el camino nos enseñaba cómo agarrar bien la manta que hacía de un improvisado capote gris sin esclavina.

Hay que poner las cosas en un contexto que permita comprender las razones de este par de chiquillos. La afición a los toros, por lo general, se mama. Hay quienes llegan a ella en la adolescencia o, aún, durante la adultez. No es lo mismo. Ya uno tiene sus valores más o menos firmemente establecidos. La muerte de un animal tras un tormento de veinte minutos puede hacer mucha mella en quienes asisten a una corrida de toros por primera vez en edad racional. En cambio, para cualquier niño que haya ido a una plaza de toros, generalmente de la mano de su padre u otro familiar adulto, antes de la formación del juicio, o sea antes de los siete u ocho años, el espectáculo se asimila como algo de lo más natural. Así, también, ocurre con las peleas de gallos, la caza y la pesca -estas dos últimas actividades muy comunes en casi todas las culturas-. Nadie ha podido demostrar que un toro sufre más que un merlín, el cual, también, durante varios minutos lucha por su vida con un enorme anzuelo enganchado en la boca, mientras el pescador –la mayoría de las veces deportivo, y sin la intención de aprovechar su carne- le suelta el cordel para darle la ilusión de un escape y que así se fatigue más pronto y amengüe la resistencia. O la caza de las ballenas en las Islas Feroe, en Dinamarca, donde el mar se tiñe con la rojez de la sangre tras una masacre anual. Estos cetáceos –decenas de ellos- se acercan a la orilla en busca de alimento, donde los jóvenes les asestan golpes con una especie de machete: les seccionan la médula espinal y los paralizan. Lo mismo se puede decir de los safaris y hasta de la caza de los pichones con una escopeta de perdigones, por el mero placer de acertar en un blanco vivo y volante. La naturaleza es cruel, y el ser humano es parte de esa selva donde la ley es comerse a unos seres vivos o que ellos te coman a ti.

Muchas veces, por remilgos escrupulosos de la madurez, he puesto en revisión mi afición por las corridas de toros, y mi inteligencia me ha dicho que es una fiesta bárbara y cruel. Entonces, mi opción humana, a la luz de un razonamiento más sabio y añejo, tuvo que haber sido renegar de ella, como ha ocurrido con algunos aficionados que devinieron antitaurinos. Pero, como en todos los ámbitos del vivir, en lo que se refiere a las corridas de toros no sólo manda la razón, sino que hay, también, un conglomerado de motivos sustentados en la emoción, la costumbre, la tradición, en fin, en todos esos elementos culturales que configuran a los pueblos y que no siempre atienden a la piedad ni a la inteligencia. No me cabe la duda de que el espectáculo de la tauromaquia está finalmente condenado a desaparecer. Pero lo mismo tendrá que ocurrir primero con la pesca y con la caza deportivas, actividades del matar por matar –muy poco cuestionadas en el mundo “civilizado”– y que no necesariamente sacian hambres humanas y que ni alimentan arte ninguna. Es más, ojalá que un día los humanos no tengamos que matar animales para alimentarnos de ellos. Pero por el momento las cosas son como son, y nosotros somos los hijos de nuestro tiempo.

Es absurdo atribuirle a un animal las características humanas y proyectar en ellos los atributos tan abstractos como el honor, la elegancia y el derecho. Sin embargo, así como –también- a través de los milenios, y hasta en épocas recientes, se le atribuyeron a ciertas deidades unas características tan humanas como la pasión, el odio, la venganza y la ira, permítaseme por un caprichoso instante, en aras de una dialéctica entecona, dotar al toro de lidia –quizá el animal más hermoso y, por cierto, la imagen suma de la fuerza y la bravura- con el poder de decidir su destino. Si pudiera averiguarse su preferencia, ¿decidiría este animal ir a morir al matadero, electrocutado o a golpes, o ser castrado y llevar el yugo para arar la tierra hasta su muerte? ¿O sería su elección el morir como un gladiador armado, con el derecho de matar también, tras un cuarto de hora de lucha sangrienta? No lo sé, ni nadie nunca lo sabrá; pero, si en el reino bovino existiese la variedad de pareceres que nos caracteriza a la especie dominante, y siendo su destino final proveer de carne a los hombres, sospecho que la mayoría de los toros –especialmente los de lidia, nacidos y criados para luchar- irían por lo segundo.

Durante los años de nuestra juventud, cada temporada taurina mi hermano y yo esperábamos la llegada de las cuadrillas a la plaza en las tardes de toros, y cómo nos envanecía que uno de los lidiadores, por más que vistiese la plata en lugar del oro, nos reconociera entre el gentío y nos llamara por nuestros nombres y que nos abrazara con afecto. También veíamos a Angel en casa del tío Amadeo Bresciani, quien, por mucho tiempo, fue el factótum de la actividad taurina en el país, en su condición de director de espectáculos de la Municipalidad del Rímac, pero, sobre todo, por su condición de ser –tal vez- la persona más entendida en los intríngulis de la fiesta brava en Lima

Muchos años nos separaron de Angel, hasta que una tarde de toros -ya maduros mi hermano y yo- nos lo encontramos en el tendido como un espectador más. Estaba viejo y flaco, y había tristeza en su expresión, la cual se tornó llanto franco cuando le preguntamos por Gladys : “No quiero hablar de ella”, nos dijo, y no insistimos al respecto.

Varias veces después lo vimos en la plaza, tocado con una cachucha y en silla de ruedas, y tenía esa expresión de los que ya no andan por aquí. Una vez que nos acercamos no nos reconoció, pero así y todo le recordamos quiénes éramos y, otra vez, se puso a llorar. A partir de ahí decidimos no volver a perturbarle la vejez con unas memorias evidentemente dolorosas y nos limitábamos a verlo de lejos con el cariño de siempre. Más todavía, porque en la madurez comprendíamos mejor hasta qué punto había sido un hombre bueno con dos niños impertinentes y desconocidos.

Y en mí siempre hubo algo de envidia y mucho de admiración: él fue torero, yo nunca llegué a serlo.

Gracias al Escritor anonimo

domingo, 7 de octubre de 2012

Feria del Pilar 06/10/2012




 6 oct (EFE).-

Los diestros Fernando Robleño y Javier Castaño han protagonizado un decepcionante mano a mano, en el que el interesante juego de los toros de Peñajara ha sido lo más destacado, hoy en Zaragoza (centro del país), en el tercer festejo de la Feria del Pilar.

Las cuadrillas, David Adalid y Juan Cantora saludaron montera en mano tras banderillear al cuarto, y entre los picadores, destacaron Francisco Plaza en el primero, Alfonso Doblado en el tercero y Tito Sandoval en el cuarto.


FICHA DEL FESTEJO.- Toros de Peñajara, muy bien presentados, todos cumpliendo en el caballo y de buen juego en líneas generales, especialmente primero, segundo y quinto.

Fernando Robleño: bajonazo (palmas); dos pinchazos y estocada caída (palmas); y cuatro pinchazos y descabello (ovación).

Javier Castaño: estocada contraria y caída, y descabello (ovación); pinchazo, media y descabello (silencio); y estocada trasera y contraria, y descabello (silencio).